Cuesta creerlo, pero finálmente ha ocurrido.
El centro de educación secundaria, Javier Orbe Cano, en Los Corrales de Buelna, cambiará su nombre por el de una jurista y feminista extremeña, fallecida en el 2014.
Como curiosidad, los otros dos nombres barajados están ligados igualmente al activismo feminista, retratando así la iniciativa de la dirección del centro. Así lo ha decidido la comunidad educativa del Orbe Cano, alumnos y profesores, en democrática votación. El hombre que tanto hizo por la educación en Cantabria y que fue pieza clave para la construcción del centro, ha mantenido su nombre en él, durante 35 años, desde que se inauguró en 1982, precisamente con una directora y una jefa de estudios al mando de la docencia.
Ninguna de las dos mujeres, ni la posterior llegada de otras supusieron objeción alguna al nombre de Orbe Cano, es más, con toda certeza ni pasó por sus cabezas el cambio. Lo ocurrido y todo el proceso no responde para nada a la relación con el proyecto educativo que actualmente vive el centro, a pesar de los esfuerzos de su actual directora por justificar el cambio hacia esa vertiente. Realmente, se trata de un exacerbado y desesperado intento de recuperar el terreno y el protagonismo de la mujer a lo largo de la historia, en un camino dominado por el hombre y cuyo pasado, desgraciadamente, ya nadie puede cambiar. Y menos con decisiones como esta, bajo mi criterio, inútil, innecesaria y errónea.
Los o las radicales son gente peligrosa. Su mundo se limita a lo que ellos o ellas consideran que es justo, sin valorar donde arrastran a la gente ni las consecuencias de sus actos. Para los que conformamos las aulas del Orbe Cano desde el mismo día de su apertura, y para la mayoría de personas vinculadas al centro en su devenir, siempre será eso, el Orbe Cano.
