Más de 160 alumnos del colegio Castroverde cantan las Marzas en Santander para reivindicar su tradición

Más de 160 alumnos del colegio Castroverde de Santander han cantado las Marzas este lunes en la sede del Gobierno regional, en Peña Herbosa, en el marco de un proyecto educativo de carácter solidario en torno a estos cánticos ancestrales que desde el año 2015 son Bien de Interés Cultural Inmaterial.

El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, ha reivindicado hoy el papel que los más jóvenes están teniendo en el mantenimiento de tradiciones como el canto de las marzas como parte importante de la cultura popular que, en su opinión, "no podemos dejar que se pierda".

"La verdadera cultura es la popular y por eso tenemos que insistir en no perder las raíces y las señas de identidad de nuestros pueblos", ha defendido Revilla, quien ha reconocido la labor que realizan los marceros a la hora de preservar esta tradición y transmitirla de generación en generación para dar la bienvenida a la primavera.

También ha destacado la labor de los centros educativos que, como el Castroverde, fomentan el aprendizaje de las marzas entre los más jóvenes con el apoyo de la Consejería de Educación para desarrollar iniciativas en torno a la música y la lengua.

En concreto, el colegio Castroverde ha animado a sus alumnos a participar de las marzas con una salida por las calles de Santander que han denominado 'Marzas Solidarias' para pedir el 'dao' -dinero o comida que los habitantes de un pueblo daban a los marceros- con un fin solidario destinado a la Cocina Económica.

Las Marzas fueron declaradas Bien de Interés Cultural, en la categoría de Inmaterial, en 2015, señala de Gobierno de Cantabria en una nota de prensa.

La tradición se remonta a las coplas que se cantaban en los pueblos para dar la bienvenida a la primavera. En 1990, la Federación de Coros, presidida por Juan José Crespo, retomó el canto de Las Marzas por las calles de Cantabria con el apoyo del Gobierno regional.

Se trata de una de las celebraciones de más antigua tradición en Cantabria y consisten en rondas de mozos que cantan romances en la última noche de febrero y el primer día de mazo por toda la región, recordando la entrada del año y el comienzo del ciclo agrario en el antiguo calendario romano.