El desperdicio de alimentos en los hogares aumentó un 12% durante las primeras semanas de confinamiento

Bano de Alimentos de Cantabria
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Las primeras semanas de confinamiento en España a causa de la Covid-19 provocaron impactos negativos en los hogares, incluyendo el aumento del 12 por ciento del desperdicio de alimentos respecto a 2019, según un estudio publicado en la revista 'Science of the Total Environment' en el que participan investigadores del grupo de Desarrollo de Procesos Químicos y Control de Contaminantes de la Universidad de Cantabria (UC).

Los resultados del período de pandemia fueron comparados con las mismas semanas del año anterior, detectándose dicho aumento en la generación de residuos procedentes de la alimentación como consecuencia del traslado del consumo extradoméstico a los hogares, generadores en ese momento de la mayor parte del desperdicio, según ha informado la UC en nota de prensa.

Por su parte, el contenido nutricional de los alimentos bajó entre un 6 y 8 por ciento debido al aumento en el consumo de bebidas alcohólicas, dulces, bocadillos y alimentos procesados en los hogares.

Según el estudio, el contenido nutricional del desperdicio era mayor antes del confinamiento y muestra una paradoja, ya que el hecho de que las cadenas de restaurantes de comida rápida usaran sus excedentes como menús en colegios representa un correcto procedimiento en términos de gestión de residuos de alimentos, pero es cuestionable por su calidad nutricional, especialmente para niños y familias vulnerables.

La carne roja siguió siendo la mayor contribuidora en la generación de gases de efecto invernadero y, junto a la fruta, las verduras y los cereales, representó el 60,2 por ciento del desperdicio en términos económicos, frente al 47,3 por ciento que representaban antes de la pandemia.

En contraste, el cordero, el pescado fresco y especialmente las bebidas contribuyeron a reducir el coste del desperdicio durante el período estudiado (12.5% frente al 17.6% hace un año), debido a una menor demanda y a una disminución moderada en el precio debido al exceso de existencias.

Las estimaciones presentadas en el artículo científico revelan que cada ciudadano tiró 4,7 euros de alimentos por semana (7,5 euros a lo largo de la cadena de suministro completa) durante el período de alarma, en comparación con los 3,8 euros (6,4 euros a lo largo de toda la cadena) antes del cierre.

En el estudio también toman parte investigadores del Centro Tecnológico EnergyLab, la Red Peruana de Ciclo de Vida del departamento de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático de la Escola Superior de Comerç Internacional (Universitat Pompeu Fabra).

Según el investigador de la UC, Rubén Aldaco, esta investigación se contextualiza en el marco de un proyecto financiado por el Plan Nacional de Investigación que tiene por objetivo "definir estrategias de mitigación de cambio climático tanto en las etapas de producción como en el consumo de alimentos".

La investigación analiza desde un punto de vista ambiental, económico y nutricional la gestión de los residuos de alimentación en los hogares españoles desde el 9 de marzo hasta el 12 de abril, es decir, incluyendo la semana anterior al estado de alarma en la que los restaurantes, bares, comedores escolares y hoteles estaban todavía abiertos y las cuatro semanas siguientes en las que el consumo de alimentación se dio de forma mayoritaria en los hogares como consecuencia del cierre de la actividad económica no esencial.

Para ello, el estudio emplea el análisis de ciclo de vida, una herramienta que permite cuantificar las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a toda la cadena de suministro, desde la producción del alimento por el sector primario hasta la etapa de consumo y gestión de los residuos generados, pasando por las etapas de transformación de los alimentos y su distribución y venta en tiendas y grandes superficies.

El estudio contempló 57 tipos de alimentos y bebidas, incluyendo carnes, pescados, frutas, cereales, verduras, dulces, vino o cerveza, entre otros, y cuya variación en el consumo durante estas semanas también fue abordada según el aporte nutricional y sus efectos en la dieta, así como en el impacto económico para el bolsillo de las familias.

MÁS APOYO AL SECTOR PRIMARIO

El estudio también incluye un apartado de lecciones aprendidas y retos, en el que proponen varias medidas para afrontar las debilidades en el sector de la alimentación y el consumo.

Así, considera que la reducción del residuo de alimentación y los impactos negativos en términos ambientales y económicos pasa por acortar la cadena de suministro a través del consumo local, fresco y de temporada, lo cual supondría, además, una atención nutricional necesaria general para la población, especialmente, para grupos vulnerables.

Como ejemplo, citan el caso de las escuelas, en las que las autoridades tienen la oportunidad de mejorar la colaboración entre las cadenas de suministro domésticas y extra domésticas al ofrecer un servicio de alimentos directo a los estudiantes.

Por otro lado, reflexionan sobre el papel esencial del sector primario que requiere de más apoyo institucional para adaptarse a los nuevos escenarios como el provocado por la COVID-19, a través de una mayor digitalización, la planificación de la economía o la adaptación del etiquetado.

Por último, concluyen que las interrupciones a corto plazo en los hábitos alimenticios influyen en los patrones de pérdida y desperdicio de alimentos y que las políticas de reducción de desperdicios deben considerar escenarios futuros inesperados de interrupción de alimentos.

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