Un perdón sincero
Imagino que habrá sido una constante histórica estar asistiendo a hechos fundamentales de la humanidad sin advertirlos o darles la relevancia que luego se granjearían. O al menos, inadvirtiendo los de su propia historia, si queremos ponernos menos trascendentales. Otras veces, pocas, estoy seguro de que sí lo saben, de que son conscientes de que están viviendo momentos importantes que van a cambiar el rumbo de las cosas.
Nuestras vidas en sí mismas constituyen un cosmos, y cada uno de los lugares en los que nos movemos o en los que dejamos algo de nosotros son un microcosmos; teoría del estudio educativo.
El pasado sábado muchos salimos del paraninfo de la Universidad de Cantabria con la sensación de haber vivido un momento muy especial en el microcosmos, o macro depende de cómo se mire, del Partido Socialista de Cantabria.
Fueron muchas las cosas buenas a extraer del acto de presentación de candidatura de Pedro Casares a la Secretaría General del partido. El propio hecho de dar el paso ya es un evento relevante en sí mismo, pero yo no dejo de pensar en un momento. Y es que viví algo que no se acostumbra a ver en política: pedir disculpas cuando crees que determinadas acciones han ido demasiado lejos. Perdón, Eva.
En el 2017, Eva Díaz Tezanos pierde las primarias a la reelección como secretaria general del PSC-PSOE, y desde ese momento se suceden hechos que ya son de sobra conocidos por todos, pero que no por ello dejan de ser menos graves una vez ha pasado el tiempo. Un perdón lleno de agradecimiento y respeto, que no nace del arrepentimiento por ganar unas primarias porque los resultados nadie los cuestionó, fueron legítimos, sino por el trato recibido después.
Han tenido que pasar ocho años para que una de las personas que ganó ese proceso pidiera perdón. Creo que, por nuestra inherente imperfección, los seres humanos nos equivocamos con demasiada frecuencia, y eso no tiene por qué tener demasiada importancia, es algo común, cotidiano, constante. Pero lo extraordinario radica en la capacidad de reconocer el error e intentar enmendarlo si el error conlleva el sufrimiento de otros.
No hace falta profesar religión alguna para creer en el concepto del perdón, más bien es necesario y suficiente con ser buena persona y tener principios para darle el significado que se merece. Hay palabras de muchos tipos y que llegan en momentos muy diferentes. “Perdón, Eva” es posible que llegue tarde, pero lo hace de una manera única, arrojando luz a un momento que puede ser vital para el futuro del Partido Socialista y de los propios cántabros, porque este tipo de proyectos deben ir siempre más allá de la propia frontera orgánica.
La justicia es uno de los principios rectores de la socialdemocracia desde su fundación, y, por tanto, me parece una muy buena idea practicarla primero dentro. Sobre todo, con esas personas que lo dieron todo a cambio de muy poco, porque la política, a veces, no es agradecida.
Vi grandeza en un momento en el que había muchos sentimientos en el aire, vi una persona arrepentida y otra recompuesta cuyo dolor había dejado paso al objetivo común de los que estábamos en esa sala: mejorar o cambiar lo que creemos mejorable cuando vemos que el instrumento no va como debiera.
Se podría haber hecho mucho antes y seguramente debería haberse protagonizado por el actual número uno, que es el que tiene que responsabilizarse de las situaciones que crea. Han pasado ocho años. Ha habido congresos, conferencias y actos de sobra para evidenciar un atisbo de arrepentimiento, pero no ha sido así.
Por eso, desde el sábado, estoy más convencido del liderazgo de una persona humilde que entona el perdón antes de llegar a liderar la organización. Porque de verdad piensa que fue un error, se hace cargo de una situación que no generó él mismo; un humilde retorno a los valores de la caballerosidad y de la nobleza en política.
Tengo dos amigos muy inteligentes con los que suelo quedar a menudo, conjuntamente, y con los que comparto muchas inquietudes y reflexiones. Dos amigos de este microcosmos político a los que les separan varias generaciones y unas cuantas decenas de años, pero hay sentimientos que son tan universales que dejan la edad como algo anecdótico. Ambos coincidieron al salir de allí diciendo que habían vivido un momento único, de esos irrepetibles a los que sólo se asiste en ocasiones especiales de la vida. Sobre todo, en política. Fugaz pero bello.
Este fue un momento para la historia del Partido Socialista de Cantabria que sin duda se merece un buen final. Tratándose de lo que se trata, sencillo imaginarse cuál es.
Francisco Cano Molina
Secretario General de las Juventudes Socialistas de Cantabria