El proyecto ALICE, liderado por IHCantabria, diseña la hoja de ruta para adaptar el paisaje atlántico al cambio global

Proyecto ALICE

Investigadores del Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria (IHCantabria) han liderado el proyecto ALICE, orientado a encontrar soluciones basadas en la naturaleza con las que diseñar paisajes multifuncionales y resilientes, como el atlántico, capaces de adaptarse al cambio climático global.

Once socios de cinco países europeos han cooperado durante tres años y medio para crear redes de infraestructuras verdes y azules, constituidas por ecosistemas terrestres, ribereños o acuáticos que, en contraposición a las infraestructuras grises (construcciones artificiales), dan a los territorios herramientas estratégicas para la adaptación y mitigación climáticas protegiendo la biodiversidad.

El responsable del Grupo de Ecosistemas Continentales de IHCantabria, José Barquín, es el investigador principal de esta iniciativa financiada con 2,25 millones de euros de los fondos FEDER adscritos al programa Interreg Área Atlántica.

Junto a los miembros de su equipo, Ana Silió Calzada y José Manuel Álvarez-Martínez, Barquín ha explicado que se ha trabajado con cuatro casos de estudio en diferentes localizaciones de los países implicados: una en Francia, otra en España, la tercera en Portugal y una última en una zona límite entre Reino Unido e Irlanda.

Se han analizado los patrones, procesos y funciones ecosistémicas en los diferentes casos utilizado herramientas de inteligencia artificial. Así, los investigadores han estudiado el clima y la ocupación del suelo tanto desde un punto de vista histórico como la situación actual y diferentes escenarios de futuro, abordando aspectos como la hidrología y calidad del agua o la generación de madera.

Existen servicios ecosistémicos de regulación -control de plagas, moderación de eventos meteorológicos extremos-, de aprovisionamiento -de agua potable, alimento y materias primas- y culturales -obtenidos de las actividades de deporte y ocio que desarrollamos en espacios naturales-. Ante la variación de algunos de los factores que los regulan, como puede ser el aumento de la temperatura terrestre, la contaminación de un río o la tala de un bosque, el entorno se ve obligado a adaptarse.

Según Álvarez-Martínez, la integración de todo este conocimiento ha permitido generar diferentes escenarios de Redes de Infraestructura Azul y Verde (RIAVs) para dar soluciones integrales de diseño de paisajes eficientes, con participación pública a través de talleres, encuestas y otros mecanismos. Por ejemplo, "se puede conocer la distribución de las masas forestales en cada caso de estudio y definir lugares a conservar y restaurar para mejorar la calidad del agua y evitar la pérdida y erosión del suelo".

Otro resultado del proyecto ha sido la definición de un marco conceptual para analizar las barreras que surgen a la hora de implementar medidas en cada territorio, porque "cada uno tiene sus particularidades y es fundamental contar con los agentes locales".

En esta línea, dentro del proyecto se ha hecho una entrevista a más de 1.100 cántabros sobre el interés que tendrían en pagar por carne de vaca que haya estado alimentada en zonas donde no se ha quemado el terreno de una manera incontrolada, y "más del 80% estaría dispuesto", lo que permite a Barquín concluir que "los cántabros están abiertos a invertir en adaptación frente al cambio climático".

El consorcio de ALICE ha incluido a universidades, institutos de investigación, gobiernos locales y nacionales, ONGs y PYMES. Por parte de España han participado IHCantabria y el Centro Vasco de Cambio Climático (BC3), quien ha diseñado una aplicación que integra los 25 modelos desarrollados y los actualiza en tiempo real con los datos disponibles.